La uva

Son dulces, más o menos ácidas y tienen diversas formas y colores. Pueden ser esféricas, elípticas, ovoides, cilíndricas... Azuladas, rojizas, rosáceas, amarillentas, más doradas, más o menos oscuras…

Si observamos un grano de uva, lo que vemos es solamente su capa exterior, el denominado hollejo. El hollejo es una fina piel que envuelve el grano de uva y que contiene gran parte de los compuestos que dan a cada variedad, y por lo tanto a cada tipo de vino, su propia personalidad. Así, siendo entre un 72-80% agua, contiene antocianos, que dan su color a las uvas tintas; taninos, que aportan estructura; y sustancias precursoras de los aromas. Es la parte de la uva más importante desde el punto de vista enológico.

Si, con mucho cuidado, quitamos el hollejo, nos encontramos con la pulpa, en cuyo interior estarán las semillas. La pulpa contiene principalmente agua (65-80%) y los azúcares que se convertirán en alcohol durante el proceso de fermentación. Además, contiene ácidos orgánicos, como son el ácido tartárico, el málico y el cítrico, necesarios tanto para la posterior conservación del vino como para aportarle frescor.